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Aloe Vera Llano43

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Por Llano43

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TORRELAVEGA Cantabria

Actualizado: 22 feb 2019










Torrelavega Como segundo núcleo más importante de Cantabria, es la capital de la comarca del Besaya.




Dicha comarca se extiende a lo largo del río Besaya, el cual funciona como eje articulador o corredor por el que circulan las principales vías de comunicación. Posee un marcado carácter industrial, aunque desde Torrelavega prestan servicios importantes instituciones como el SCS a través de las instalaciones del Hospital Sierrallana o la Universidad de Cantabria a través de la impartición de las titulaciones de Logopedia, Fisioterapia, Ingeniería de los Recursos Mineros e Ingeniería de los Recursos Energéticos. La comarca está formada por los siguientes municipios de norte a sur y de oeste a este: El propio municipio de Torrelavega, Cartes, Los Corrales de Buelna, Cieza, Arenas de Iguña, Bárcena de Pie de Concha, Molledo, Anievas y San Felices de Buelna.



Destacan el río Saja y el río Besaya. Ambos ríos forman la principal cuenca hidrográfica en Cantabria . El Saja nace en la sierra del Cordel, fluye desde los puertos de Sejos, recoge las aguas de Cabuérniga, pasa por Cabezón de la Sal y se dirige a Torrelavega, donde tras recibir las aguas del Besaya desemboca en la ría de San Martín de la Arena de Suances. Otros afluentes por la derecha son el río Lodar y el río Bayones. El Besaya es otro de los principales ríos de Cantabria, que nace entre Aradillos y Cañeda (del municipio Campoo de Enmedio) muy cerca del cauce del Ebro y de Reinosa, y es la vía natural de comunicaciones entre el Ebro y Santander.

Al sur de Torrelavega nacen varios arroyos (Viar, Sorravides, Indiana) que discurren en parte soterrados bajo el centro de la ciudad


De época prehistórica se documentan escasos hallazgos, localizados en los pueblos de Tanos, donde ya hay constancia de útiles del Paleolítico Inferior o Medio, y de Viérnoles, en donde se encontraron cerámicas del Bronce o Hierro y pinturas esquemáticas. Además se han localizados otros yacimientos arqueológicos en el municipio, como es el caso del monte Dobra, o de cuevas próximas situadas en municipios limítrofes, como la de Altamira, en Santillana del Mar, o la de La Clotilde, en Quijas (Reocín), entre otras muchas, en los que se ha constatado la presencia humana en la época prehistórica. La invasión romana y en consecuencia la romanización, no fue profunda por esta zona, esto se deduce de la escasa presencia de restos arqueológicos. La calzada romana que unía la meseta castellana, Pisoraca (Herrera de Pisuerga), con el Portus Blendium (Suances) suponemos que atravesó el territorio torrelaveguense tras pasar por la ciudad de Julióbriga. En Viérnoles, además, existe un posible tramo de ésta calzada romana en el barrio de Paramenes.​ Sin embargo, de época romana el testimonio más significativo se produjo en el pico Dobra, donde se halló una estela dedicada al dios indígena Erudino, que tradicionalmente se fechaba en el 399 d. C., aunque recientes investigaciones han confirmado, sin embargo, que data del 23 de julio del año 161 d. C No es hasta la Edad Media cuando aparecen los primeros escritos sobre la villa. Se encuentra mención documental de la aldea de la Vega a finales del siglo XIII.​ Se atribuye su fundación a Garcilaso I de la Vega, Adelantado Mayor de Castilla en nombre del monarca Alfonso XI


Su nombre actual es la contracción que, con el paso del tiempo, se ha producido del epónimo de la torre que construyó en la zona Leonor de la Vega, hija de Garcilaso II de la Vega y madre del Marqués de Santillana, para administrar los impuestos y los privilegios de su territorio. La conjunción de la torre y del nombre del lugar, título del señorío, habría que configurar la denominación de la villa mercantil e industrial que, desde el siglo XVIII hasta hoy, conocemos con el nombre de Torrelavega. Otras denominaciones del territorio fueron "Aldea de la Vega", "La Vega" o "Corral de la Vega". Entre los siglos XVI al XVIII el municipio dependió de los Duques del Infantado, sucesores de la familia de la Vega. El Pleito de los Valles, por el cual los nueve valles cántabros obtuvieron su independencia de los señoríos del Infantado no tuvo repercusión en la zona torrelaveguense. Dentro del régimen señorial pervive, a lo largo de la Edad Moderna, la vida económica y administrativa, que va a encontrar su transformación por la liberalización del comercio colonial y la apertura de las vías de comunicación. Durante el siglo XVII, Torrelavega desarrollará un importante crecimiento industrial (fábricas de harina y de curtido, establecimientos abiertos al comercio de telas, quincalla, comestibles y tabernas). A mediados del siglo XVIII Torrelavega se cofigura como encrucijada de caminos entre Santander y Reinosa. En el año 1853 se produce uno de los hitos que marcaron el progreso económico de Torrelavega, el descubrimiento del coto minero de zinc (blenda y calamita) en Reocín. Además, en el año 1898 se instaló Azucarera Montañesa, después transformada en Lechera Montañesa, y ya en 1904 comenzó en el municipio la construcción de las instalaciones de la empresa belga Solvay, dando lugar a una importante fábrica de producción de sosa Solvay.

Estas grandes industrias, el mercado, los establecimientos de comercio, la pequeña industria y talleres, transforman Torrelavega en el núcleo industrial clave de la comarca del Besaya. De ser una villa agraria de 78 vecinos en el año 1753​ pasó a ser el segundo centro económico regional en el siglo XIX. "El aumento de población y el progreso de su industria" le merecieron el 29 de enero del año 1895 el título de Ciudad a Torrelavega, concedido por la entonces María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929), que ejerció la regencia en España durante la minoría de edad de su hijo, el rey Alfonso XIII desde 1885 hasta 1902


Ya en el siglo XX, el desarrollo de la región no cesó, y surgirán nuevas industrias y centros bancarios, así como el establecimiento de la Granja Poch. Con la llegada de la Segunda República y más tarde la Guerra Civil la ciudad sufrirá una de las épocas más turbulentas de su historia. La Guerra Civil afectó profundamente a la región, de forma trágica, tanto de un bando como de otro. Primero, la represión republicana se concentró en la persecución religiosa que fue abudante en diversas zonas. Después, la represión franquista alcanzó también cifras trágicas, puesto que en Torrelavega, al ser un núcleo industrial, los sindicatos contaban con una fuerte presencia, y tanto obreros como sindicalistas eran objetivo frecuente de la represión del bando sublevado. Además, el dominio de partidos de izquierda en esta zona era evidente, lo cual dificultó aún más la situación para los afiliados a sindicatos y partidos. Torrelavega presenció una batalla aérea el 6 de agosto de 1937, cuando las fuerzas aéreas republicanas perdieron 12 cazas.

Destaca de esta etapa el torrelaveguense, Eloy Fernández Navamuel que fue un prestigioso militar que tras acogerse al retiro previsto por la Ley Azaña, se incorporó voluntariamente al servicio de la Segunda República. Contribuyó a sofocar los focos de rebelión de la entonces provincia, realizó acciones de incursión en los frentes de Asturias, Santander y País Vasco y tuvo un papel destacado en la captura del buque franquista Tiburón, que venía a Santander con el propósito de establecer el bloqueo. El 25 de agosto fue nombrado jefe de los Servicios de Aviación del Norte de España. El 10 de noviembre, sin abandonar sus funciones de piloto, tomó el mando de una columna de 300 milicianos, que comenzó a operar desde el incipiente frente de Reinosa con dirección a Burgos y Palencia.

El 14 de abril de 1937 fue promovido a comandante y se le confió el mando de la 3.ª División, luego División 54. Ya en agosto de 1937 con las tropas franquistas recién llegadas a Torrelavega, consiguió escapar a Francia. Cabe destacar la presencia de una importante guerrilla, con los maquis como protagonistas, en la zona de Silió (localidad del municipio de Molledo).

​ Inocencio Aja fue el guerrillero destacado de la zona del río Besaya. La época de apogeo de Torrelavega fue entre finales del siglo XIX y principios del XX, después la ciudad sufrió una serie de altibajos, demográfica y económicamente hablando. Tras la Guerra Civil, el desarrollo industrial no continuó con la misma intensidad debido a la mala situación socioeconómica que atravesaban tanto el país como la propia región, pero a pesar de ello llegaron empresas tales como Aspla y La Continental. La ciudad sufrió una grave crisis en la década de los ochenta y noventa, con motivo de la recesión industrial en toda la comarca, pero en la actualidad ha logrado recuperarse, puesto que el censo de población, el comercio y la industria han experimentado una reciente mejora.


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